El Papa Francisco nos ha
recordado recientemente en su encíclica Laudato
si la belleza de la Creación y cómo nos manifiesta el amor fecundo del
Creador. Al mismo tiempo, nos recuerda la responsabilidad que tenemos de cuidar
la “casa común”, como llama a la Tierra con todo lo que contiene.
En la anterior subida al blog
indicamos que íbamos a profundizar en el video que realizamos e incorporamos a
nuestro canal de Youtube (FOTOGRAFIAR LA FE) con el título “Dios: el Gran
Escultor” (para verlo pincha aquí). En él hemos querido mostrar las maravillosas
disposiciones divinas manifestadas en los principios que rigen la química y la
geología. Para ello nos dirigimos a una cueva que posee un lago en cuyo seno se
encuentran algunos bellos ejemplos de formaciones calcáreas como estalactitas,
estalagmitas y columnas entre otras formaciones peculiares (genéricamente
llamadas espeleotemas).
Para llegar al lago subterráneo
tuvimos que utilizar piraguas y subir por un monte con el equipo de buceo y fotografía.
Con la inclusión de este aspecto en el video queríamos indicar que, en el mundo
actual, tenemos que poner de nuestra parte para percibir la presencia de Dios, su huella.
Estamos más prontos a reconocer
la creación en la naturaleza viva, pero la inerte ha sido igualmente creada.
Además, la formación de estas estructuras nos recordaba de una manera muy
aproximada la acción creadora de Dios. Dios ha creado el universo de la nada y,
luego, a partir de los principios básicos ―también puestos por Él― lo rige de
manera que va dando lugar a formas de diversa índole donde antes no estaban o
existían. La formación de los espeleotemas tiene lugar a partir de la caliza
disuelta en el agua. Al filtrarse esta por las grietas y llegar a estos
ambientes subterráneos, la caliza puede precipitar dando lugar a la diversidad
de formaciones calcáreas, en función de las condiciones ambientales en el interior
de la cueva.
Todo esto ocurrió cuando la cueva
estuvo emergida durante un periodo glaciar. Posteriormente, al terminar la
glaciación, el nivel del mar subió en varias fases y el agua fue penetrando,
inundando la galería y congelando en el tiempo las maravillas geoquímicas que
el Señor había ido esculpiendo a través de sus leyes químicas a lo largo de
miles y miles de años. Uno de los instrumentos preciosos que utilizó fue la
siguiente reacción química:
Ca(HCO3)2
-------> CO2 +
H2O + CaCO3 [que precipita y forma el espeleotema]
Aunque conozcamos las leyes que
rigen estos fenómenos, estas no son la explicación última de los
mismos. Por otro lado, estas mismas leyes naturales no se deben la existencia a
sí mismas. Y es más aún: los diversos principios se combinan de
manera perfecta para dar como resultado estructuras naturales ―tales como las formaciones
de la cueva― que superan con creces las capacidades que solo el mundo maaterial
tiene por sí mismo.
Dios no niega la materia, sino
que la enaltece llenándola de sentido y majestuosidad. Cuando reconocemos esto
es cuando el mundo físico alcanza su verdadero valor.
Al mismo tiempo, la obra de Dios
se percibe también de otra manera mucho más íntima. Cuando nos encontrábamos
bajo el agua observando tanta belleza geológica, el alma se nos encogía de
admiración. Pero, ¿cómo es posible que esto ocurra ante unas formas pétreas? Porque
el ser humano reconoce a su Creador a través de su obra.
Por ello y como aparece en el
video, recordemos las siguientes palabras del papa Francisco: “Todo el universo material es un lenguaje
del amor de Dios, de su desmesurado cariño hacia nosotros. El suelo, el agua,
las montañas, todo es caricia de Dios” (Francisco, Laudato si, 84).