¿Cuándo llegó el cristianismo a
la Península Ibérica? Existe una creencia de que fue traído por el apóstol
Santiago el Mayor antes de mediar el siglo I, pocos años después de la partida
de Jesús a los cielos. Otras tradiciones hablan de unos varones apostólicos
como primeros mensajeros del evangelio en tierras hispanas por aquellos años.
El registro histórico de estos hechos se produjo varios siglos después, con lo
que la duda se ciñe sobre ellos.
De lo que sí tenemos registro
histórico de aquellos tiempos es de la venida de san Pablo. De esta intención
escribe el propio apóstol a la comunidad de Roma. Otros autores de la época
recogen su venida en el año 62. Posiblemente entró por la actual Tarragona.
A partir de ese momento fue
extendiéndose por toda Iberia, con un importante apoyo de los cristianos del
norte de África. Para el siglo III el cristianismo ya estaba asentado en todo el
territorio peninsular.
Ladrillo paleocristiano con
representación de Crismón.
Museo Municipal de Antequera
La persecución declarada por el
emperador Nerón contra los cristianos también llegó a la Península Ibérica.
Durante varios siglos se fue llenando el martirologio de hombres y mujeres que
manifestaron las convicciones cristianas que iluminaban su existencia con la
entrega de su propia vida. No solo fueron perseguidos los cristianos, sino que
se quiso borrar toda huella de su presencia destruyendo, incluso, importantes
documentos de fe, especialmente durante la persecución del emperador
Diocleciano.
Necrópolis romana paleocristiana,
datada entre finales del siglo IV y principios del V de nuestra era.
Museo Arqueológico
de Cartagena
El cristianismo traía aires
nuevos a una sociedad decadente, superficial y violenta. Hablaba de la igualdad
de todos los hombres ante Dios, de los derechos de las mujeres, de respetar la
vida ajena, de compartir con los más pobres. La Buena Noticia caló profundamente
en el corazón de muchas personas de los más diversos niveles sociales. Lejos de
querer borrar toda huella previa, muchas costumbres y objetos de la cultura
romana fueron cristianizados, dándoles un valor trascendente.
Lucerna decorada con una cruz (siglo VI).
Museo Arqueológico de Cartagena
Tras duros años de derramar
sangre cristiana, esta, como la mejor de las semillas, fue dando su fruto. A
principios del siglo IV, la persecución cesa con la llegada al poder del
emperador Constantino. El Edicto de Milán (año 313) supone el fin de la
hostilidad del imperio.
Lucerna decorada con una cruz (siglo VI).
Museo Arqueológico de Cartagena
A partir de este momento, los
cristianos ya pueden salir de sus “catacumbas” y vivir públicamente su fe. Esta
vivencia no solo era para ellos, sino que repercutía en el bien de la sociedad.
Poco a poco, muchos cristianos fueron adquiriendo responsabilidades
legislativas y administrativas, con lo que las relaciones sociales se beneficiaron
de esta renovación. Lejos de negar la cultura previa, la purificó y elevó.
Ladrillo paleocristiano con
representación de Crismón.
Museo Municipal de Antequera
A este periodo se le ha llamado
paleocristianismo. Duró varios siglos hasta la llegada a tierras hispanas de
otro pueblo procedente del norte de la actual Europa.