Estamos
celebrando el acontecimiento histórico más importante de todos los tiempos. Es
más, todos ellos estaban dependiendo de que sucediese. ¡Cristo ha resucitado!
Ha vencido las cadenas de la muerte, abriéndonos definitivamente el Cielo, la
mistad eterna con Dios.
Este
hecho supera la historia, se produce a nivel trascendente. Sin embargo, tuvo
lugar de una forma humilde, oculto a los ojos humanos, antes de que llegaran
las mujeres para terminar de amortajar al Maestro. Por eso, cuando llegan, ya
no está su cuerpo. Había abandonado para siempre las tinieblas de la
existencia. Y tenemos la descripción del sepulcro tal y como lo encontró san
Juan poco después de amanecer.
¡Cuántas
veces me he preguntado cómo serían esos primeros momentos del cuerpo glorioso
de Nuestro Señor! Cuentan las mujeres que encontraron la piedra quitada de la
entrada del sepulcro. Los guardias se desmayaron de temor por lo que allí
estaba sucediendo.
En
la imagen con la que felicito las Pascuas, trato de representar lo que podrían
haber visto unos ojos humanos de haber estado allí en los momentos
inminentemente posteriores a la resurrección de Jesús. Para ello me he servido
de dos imágenes tomadas a muchos kilómetros de distancia. El sepulcro es la
reproducción que se encuentra en la ciudad cordobesa de Cabra, concretamente en
el Museo Aguilar y Eslava. La imagen de Cristo Resucitado es de la Cofradía del
Resucitado de la ciudad de Cartagena. El texto está tomado del Pregón Pascual,
que se canta-recita en la misa más importante de todas, la que da sentido al
resto: la Vigilia Pascual.
Contemplemos
esta imagen y exultemos de gozo con nuestro Señor:
¡Cristo ha resucitado!