Una forma
ilustrativa de comprender el ser de los hombres en la Creación es tratar conocer
cómo se consideraban en la antigüedad, qué decían de sí mismos. Esto puede ser
tanto más interesante cuanta más antigua sea la información aportada. El
problema es que nos separa demasiado tiempo y pueden no haber dejado una
información clara como podrían ser documentos escritos. Sin embargo, sí pueden
haber legado otra serie de manifestaciones de su ser que nos den buena idea de
lo que todos somos por el hecho de ser seres humanos, lo cual trasciende el
espacio y el tiempo, es decir, las culturas, las razas, etc.
Precisamente un conocido me
comentaba hace unos meses que el hombre manifiesta tener conciencia de sí
mismo, no como individuo, desde que deja huella de su presencia. Este es el
caso de las pinturas rupestres. Hombres de hace miles de años tuvieron la
necesidad de plasmar esto que sentían en los lienzos del momento: las paredes
de cuevas y abrigos rocosos. En algunas cuevas famosas, como la de Altamira, la
de Chauvet-Pont-d’Arc o la de Lascaux, los antiguos artistas plasmaron en la
roca otros organismos con los que compartían la existencia y que tenían un
papel importante en sus vidas: bisontes, caballos, leones… Sin embargo, otros pusieron
su foco pictórico no en el exterior, sino en ellos mismos.
En cualquiera de los dos casos,
estos hombres ya manifestaron una capacidad única, la abstracción. Concebían
ideas de realidades cotidianas y sentían la necesidad de plasmarlas para
compartirlas con sus coetáneos y con generaciones futuras. Como se decía más
arriba, muchas representaciones se corresponden con animales con los que tenían
una fuerte relación (alimentación, peligro…). Pero en otras otras hablan de sí
mismos, del hombre en particular y del hombre como realidad social, y parece
que algunos de estos dibujos se relacionaban con cuestiones religiosas, como
veremos más adelante.
Imagen de un antropomorfo en Peñas Cabrera
Llama la atención cómo en muchos
lugares, como el recogido en las imágenes que ilustran este reportaje, se llevan
a cabo representaciones humanas muy simplificadas. No ponen la atención en la
calidad de las representaciones, sino en su mínima expresión para que no quepa
duda que se están refiriendo a seres humanos. Así aparecen formas humanas
llamadas actualmente “en cruz”, “en Y”, “en T”, “en doble T”, “tipo golondrina”
“ancoriformes”, etc. Es curioso como muchos son acéfalos. No importa la calidad,
importa la expresión de la realidad de la singularidad humana. Podríamos decir
que ponen el énfasis en el fondo, no en la forma. Por ello, podría ser
entendido como una forma sencilla y primera de metafísica.
Detalle de la imagen anterior
Antropomorfo tipo golondrina en Peñas Cabrera
Detalle de la imagen anterior
Antropomorfo doble o dos antropomorfos invertido uno con respecto al otro
En varias ocasiones aparecen
figuras humanas aisladas. En otras en grupo, generalmente llevando a cabo una
actividad social de importancia para ellos. No importa la calidad, importa la
representación de la conciencia del individuo y de su pertenencia a un grupo.
Los expertos indican que la mayor parte de estas representaciones se producen
en lugares que eran importantes desde el punto de vista religioso para las
aldeas que vivían en sus alrededores. De nuevo, la relación con la realidad
trascendente parece llevar al hombre a desarrollar sus manifestaciones
artísticas y a llevar a cabo actividades y esfuerzos que tienen poco sentido
desde el punto de vista práctico, ya que no obtenían un beneficio material y les
quitaba tiempo de sus labores de subsistencia. La orografía de estos lugares y
algunas de sus representaciones también parecen hablar de hombres espirituales,
que reúnen al pueblo en torno a sí para poder relacionarse con lo trascendente.
Esta es, quizá, la escena más famosa de Peñas Cabrera. Representa un grupo de individuos situados en círculo; se considera una escena dinámica, pudiendo interpretarse como una danza. En el centro se visualiza una figura alta
Detalle de la imagen anterior
Imagen ramiforme. Ha sido interpretada como la representación de una hilera de personas que tienen algún tipo de ligazón especial, pudiendo estar haciendo en ese momento una actividad conjunta
Si sus lienzos son rocosos, sus
pinceles son sus dedos y las pinturas pigmentos ferruginosos en agua y o en
saliva.
NOTA:
Todas las fotografías que
ilustran este artículo han sido tomadas en el yacimiento de Peñas Cabrera, provincia
de Málaga (España). Se han contabilizado 135 motivos rupestres en 22 abrigos
rocosos. En ninguna de las figuras antropomorfas se detallan las manos o los
pies. Ni siquiera parecen indicar el sexo, solo la individualidad personal. El
yacimiento ha sido fechado en la Edad del Bronce y Cobre Hispano, esto es,
entre el 3.300 y 1.500 antes de Cristo. En él se encuentra un dolmen, llamado “Tajillo
del moro” que ha sido situado cronológicamente en el Calcolítico antiguo -Neolítico final-
(2.600-2.300 a.C.).
Vista de una parte del yacimiento de Peñas Cabrera.
Esta gran oquedad de este abrigo rocoso, elevada sobre la zona que tiene en frente, ha sido interpretada como una especie de púlpito desde el que el hombre espiritual se dirigía a los asistentes o los dirigía en el acto que estuvieran realizando
Imagen tipo pectiniforme. No se conoce su significado
Agradecimientos s Francisco J. Rodríguez y a Jorge Mª Rodríguez.