A finales del siglo XIX, al fotógrafo y abogado italiano
Secondo Pía se le pide fotografiar la Sábana Santa de Turín. Durante la
ostención pública de 1898 le dan el exclusivo permiso. Tuvo que trabajar
durante la noche, una vez que el templo había sido cerrado al público.
Pero, antes de continuar, tengamos en cuenta en qué momento
de la historia de la fotografía nos encontramos. La fotografía tiene su comienzo oficial a
principios del siglo XIX, con Niépce y Daguerre. Las cámaras utilizadas en
tiempos de Pía eran cajas de madera más o menos cúbicas que empleaban como
película unas láminas de vidrio –placas– de 50 x 60 cm impregnadas en su cara
sensible con sales de plata. Cada fotografía empleaba una placa que se colocaba
en la parte posterior de la cámara (como hemos visto en tantas películas del
Oeste). Disparar la cámara en aquellos tiempos consistía en destapar la lente,
contar el tiempo y volverla a tapar.
Las limitaciones técnicas de la época eran enormes,
especialmente en interiores. Prueba de ello fue el que el fotógrafo turinés no
consiguió ningún resultado los primeros días. Sin embargo, al fin pudo exponer
correctamente dos fotografías, tomadas durante 14 y 20 minutos. Cuando llegó a
su cuarto oscuro y fue revelando las imágenes, ante él surgió algo que le llenó
de asombro.
Para poder entender lo que vio, recordemos algunas nociones
de fotografía analógica, la que en buena medida ha sido sustituida por la
fotografía digital. El original era registrado en un negativo, nombre derivado
del hecho de que los tonos en el blanco y negro (aún no existía la fotografía
en color) eran los opuestos a los originales (los “negativos”); la copia en
papel se obtenía como negativo del negativo, con lo que volvían a aparecer los
tonos originales; por ello se le llamaba el positivo.
Lógicamente, Secondo Pía esperaba ver unos negativos en sus
placas. Sin embargo, lo que apareció ante sus ojos era directamente la figura
de un hombre en vista ventral y dorsal en positivo. Obtuvo una imagen análoga a
que se obtendría en papel si a aquel hombre de la síndone le hubieran hecho en
su tiempo una fotografía. Ahora bien, las otras señales sobre el lienzo sí se
encontraban en negativo: la sangre, los pliegues, las manchas, etc. Esto era
totalmente insólito y no entraba en la cabeza de Pía. No tenía ningún sentido y
la forma de encajar las piezas era aún más sorprendente e… increíble.
Imágenes de Secondo Pía (1898, original y negativo -positivo-):
La fotografía no llegaba al siglo de historia y aquel lienzo
se encontraba en Europa desde hacía varios siglos. Los negativos eras placas de
cristal con sales de plata, pero, ¿un negativo en tela de lino de más de 4 x 1
metro? Y, finalmente, si la síndone es un negativo, era el negativo de un hombre
que había padecido los mismos sufrimientos que, según los Evangelios, había
padecido Jesús de Nazaret.
Parte del lienzo correspondiente al rostro tal como se vería
al natural:
Negativo de la imagen anterior obtenida por mí con un
programa informático sin realizar ningún retoque (dentro del ámbito del color,
a diferencia de Pía que trabajó en el del blanco y megro):
La imagen manifiesta claramente un rostro humano. Tiene profundidad. Se aprecian claramente los detalles. Manchas de sangrea, pliegues, etc., se ven en negativo.
Probablemente tienes ante tí el primer y único retrato de Jesucristo.