El pasado jueves 22 de mayo, di una charla como preparación al Bautismo. El párroco de Ntra. Sra. De la Esperanza (de Cartagena), D. Miguel Conesa, me había invitado a ello. Unos 20 adultos se dieron cita, junto con cinco bebés. El grupo estaba compuesto tanto por padres como por padrinos.
Todos sabemos que, aunque no debería ser así, muchos que los
que participan no tienen fe o tienen una fe débil, entremezclada –sino
asfixiada– por los avatares de la vida e intereses particulares. No todos tienen
las ideas claras, sino que otros motivos no puramente religiosos le llevan a
bautizar a sus hijos y a, por lo tanto, realizar el trámite que la Iglesia les
exige: el cursillo de preparación al Bautismo.
Siendo consciente de esta realidad, ¿cómo ayudar a estas
personas a poder descubrir las maravillas de la fe cristiana, a darse cuenta de
que Jesús es la única meta real de todas sus aspiraciones? Para muchos es
posible que sea la última vez que tengan que participar en algo de la Iglesia…
hasta su propio entierro. Esta es una gran responsabilidad para el que tiene
que dar el cursillo.
El problema es que, en los tiempos que corren, por el mal
uso realizado por tantos, la palabra está muy devaluada. Además, el nivel
cultural y la formación religiosa es diversa y a muchos les puede costar
aprehender las verdades que se expongan, muchas de ellas directamente
relacionadas con el sacramento. Las horas tampoco suelen ser buenas, ya que no
pocos vienen del trabajo y están cansados, con ganas de poder descansar un rato
antes de irse a la cama (y ese día va a quedar el relax muy recortado).
Con estos pensamientos enfrenté mi participación en el
cursillo. Lo puse en manos del Señor porque, a final de cuentas, sé que el
auténtico fruto del mismo depende en la mayor parte de su voluntad. Pero no es
menos verdad que “a Dios rogando y con el mazo dando”. Durante 20m años, formé
parte del grupo que nos encargábamos de dar los cursillos prematrimoniales en
la parroquia de la Santísima Trinidad, en Antequera (Málaga). Desde entondes,
hace ya casi 10 años, el panorama ha cambiado. A la hora de plantear la charla,
quise poner en práctica la filosofía que subyace bajo el proyecto FOTOGRAFIAR
LA FE, del cual este blog es su voz periódicamente actualizada. Tomé algunas de
las imágenes que aparecen en el libro EL CREDO EN IMÁGENES, así como otras de
futuros proyectos o del banco de imágenes que estoy elaborando.
Aunque el grupo estuvo poco participativo, me pareció
percibir una gran atención al tándem imágenes-palabras explicativas. Las fotografías
eran de gran ayuda a la hora de mostrar algún hecho. Las que veía que podían
ayudar a comprender mejor algún aspecto, las dejaba más tiempo, con o sin
palabras. Al poder aplicar dos sentidos, oído y vista, se contribuye a captar
más la atención. Esto derivaba en menos distracción por parte de los
video-oyentes y a que pudieran profundizar más en lo que se estaba viendo en
ese momento.
El último bloque lo constituyó el repaso a la ceremonia del
bautizo. Para ello, mientras leía la liturgia del sacramento, iba poniendo
imágenes de un bautizo que pude fotografiar hace unos meses. Como las
fotografías estaban realizadas según primeros planos, los participantes en el
cursillo pudieron tener todo lujo de detalles. Sobre estas, fui explicando lo
que significaba el signo concreto, tratando de que lo trascendieran y pudieran
vivirlo con la mayor autenticidad cuando llegara el momento.
El uso de estas imágenes, cercanas para ellos, creo que
contribuyó de manera importante a su formación y, sobre todo, a ser conscientes
del enorme regalo que, a través de ellos, el Señor iba a conceder a sus hijos,
el mayor de los regalos.
Seguiré trabajando en esta línea y daré a conocer en este
blog lo que vaya viendo significativo al respecto.