Este domingo 29 de mayo de 2015
la Iglesia celebra la festividad de la Santísima Trinidad. Es el fundamento de nuestra fe ya
que habla de la esencia de Dios. Un solo Dios verdadero, tres divinas personas.
Todos los domingos lo recitamos y profesamos en El Credo.
Esta verdad de fe es imposible
que haya podido ser alcanzada por la mera razón humana. Es más, es algo casi
imposible de comprender. Se la debemos a la revelación llevada a cabo
directamente por nuestro Señor Jesucristo. Es decir, ha sido revelada por la
propia Trinidad a través de su Segunda Persona encarnada.
Todos los hombres y mujeres de
Dios han sido profundamente trinitarios. Hay una, entre otras tantas, que lleva
en su nombre este misterio: la carmelita sor Isabel de la Trinidad. Su lema: “Alabanza
de gloria de la Santísima Trinidad”. En una ocasión escribió: “Te
adoro Padre fecundo, te adoro Hijo que nos ayudas a ser hijos del Padre, te
adoro Santo Espíritu que sales del Padre y del Hijo”.
Pero la Trinidad no es algo externo a la humanidad, a cada uno de
nosotros. Somos obra de la Santísima Trinidad, primero por creación y, luego,
por redención. Gracias al acto de amor de Cristo a través de su Pasión, Muerte
y Resurrección, somos invitados a participar de la relación de amor trinitario,
a integrarnos en la Trinidad para toda la eternidad.
Desde el bautismo estamos marcados por la Trinidad: el sacerdote nos
signó en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Con frecuencia nos
persignamos haciendo la señal de la cruz nombrando a las Tres Divinas Persona.
Profundicemos en este insondable misterio, sabiendo que nunca podremos
alcanzar su comprensión racional plenamente.
Cuando me propuse hacer una fotografía que reflejara la Trinidad,
solicité la ayuda de mi esposa. El resultado, que acabó siendo la portada del
libro El Credo en Imágenes, fue el
siguiente:
Ella suele explicar este misterio con esta analogía: tres velas, pero una solo llama.
La Santísima Trinidad es un misterio de amor. Terminemos haciendo
nuestras y meditando las siguientes palabras de sor Isabel de la Trinidad: “Quiero ser una morada de Dios buscando que
mi corazón viva en la Trinidad... Un alma en estado de gracia es una casa de
Dios, en donde habita Dios mismo, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo”.