Aunque todo el mes de junio está
dedicado a él, el pasado viernes 12 de junio de 2015 la Iglesia puso su
atención sobre una celebración muy especial: el Sagrado Corazón de Jesús. El
origen de esta devoción se pierde en el tiempo de manera difusa, concretándose
a partir de revelaciones que el Señor tiene a santa Margarita María de Alacoque
(religiosa de la orden de la Visitación) especialmente en el año 1673. De entre
las palabras que le dirige, son especialmente significativas, tristes y
dolorosas las siguientes: “Mira este corazón mío, que a pesar de consumirse en
amor abrasador por los hombres, no recibe de los cristianos otra cosa que
sacrilegio, desprecio, indiferencia e ingratitud, aún en el mismo sacramento de
mi amor. Pero lo que traspasa mi Corazón más desgarradamente es que estos
insultos los recibo de personas consagradas especialmente a mi servicio.”
El Catecismo, uniendo la lanzada en
el sacrifico de la cruz de nuestro Señor con el presente de cada uno de
nosotros, nos enseña: “Jesús, durante su vida, su agonía y su pasión nos ha
conocido y amado a todos y a cada uno de nosotros y se ha entregado por cada
uno de nosotros: "El Hijo de Dios me amó y se entregó a sí mismo por
mí" (Ga 2, 20). Nos ha amado a todos con un corazón humano. Por esta
razón, el sagrado Corazón de Jesús, traspasado por nuestros pecados y para
nuestra salvación (cf. Jn 19, 34), "es considerado como el principal
indicador y símbolo...del amor con que el divino Redentor ama continuamente al
eterno Padre y a todos los hombres” (CIC 478).
Jesús, a través de esta devoción
tan arraigada en nuestra cultura, nos muestra que, a pesar de nuestras
ingratitudes, nos sigue esperando con sus brazos abiertos como antesala a su
corazón que continúa esperándonos para perdonarnos. Como nos muestra la
parábola del hijo pródigo, sube al monte cada día con la esperanza de atisbar
nuestro regreso a su misericordia, con el anhelo de poder abrazarnos. Está
deseando regalarnos su perdón.
El Sagrado Corazón de Jesús arde de
amor por nosotros. No tengamos miedo, alojemos nuestro corazón en el Suyo. Su
fuego divino quemará todas las inmundicias que alberga nuestro corazón. Este Corazón,
además, tiene otro efecto: a la par que quema nuestras basuras, prende el
nuestro de amor, amor a Dios y nuestros hermanos.
Y María no es ajena a esta
realidad. No es casualidad que la Iglesia celebre, justo al día siguiente, el
Inmaculado Corazón de María. El Corazón de María, desde Belén, ha estado unido
al de Su Hijo. Pero, es más, a los pies de la Cruz ambos corazones se funden.
Cuando Jesús nos da por Madre a su propia Madre, nos pone el Inmaculado Corazón
de María como entrada al Suyo. Por ello, con la confianza de hijos y viéndonos tan
impotentes, pongamos nuestro débil corazón en el Corazón de María, pidiéndole
que nos lleve y nos introduzca en el Sagrado Corazón de Su Hijo.
Terminemos
con la conocida jaculatoria:
“Sagrado
Corazón de Jesús, en Vos confío”
Las imágenes se encuentran en la parroquia de Nuestra Señora del Esperanza (Cartagena).