LOS ENFERMOS, LA MUERTE Y JESÚS EN EL DOMINGO 13º T.O. CICLO B



Durante toda semana hemos estado leyendo en los evangelios de la misa varios episodios en los que los enfermos se acercan al Señor para que los sane. Llama la atención la fe que muchos muestran en Su capacidad de curación.


El Evangelio de este domingo (Mc 5, 21-43) sigue esta línea mostrándonos dos casos bien distintos aunque con el denominador común del sufrimiento causado por la enfermedad. Uno de ellos es de aquella mujer que sufre flujos de sangre desde hacía muchos años y que nadie había podido curar, dejándola en la ruina. Hoy, muchas personas siguen sufriendo situaciones similares; van arrastrando una enfermedad durante muchos años, habiendo gastado muchos sus bienes materiales en tratamientos, médicos, etc.

 
El otro lo constituye la enfermedad de la hija de un jefe de una sinagoga. Está tan grave que al propio padre se le escapa la siguiente expresión: “…está en las últimas”.


Estos dos ejemplos son buena muestra del sufrimiento de tantos seres humanos en la actualidad como consecuencia de las más diversas enfermedades y dolencias que atañen al cuerpo. Esta realidad supone un poner al hombre en general en humildad, en su realidad finita y débil. Ante tanta soberbia humana, la enfermedad sitúa a cada ser humano en su sitio. Y nadie, por muy joven y lleno de salud que tenga en estos momentos, está a salvo de la enfermedad. Esta puede llegar por los más diversos medios: edad, accidente, contagio…, y sin avisar.

 
En los dos casos referidos en el Evangelio, las capacidades humanas se han declarado claramente insuficientes para sanarlas. Y, en ambos casos, se manifiesta fe en la capacidad de Jesús para curar. En este sentido es impresionante la fe de la mujer que sabe que, con solo tocar el manto de Jesús, quedará sanada. Y así ocurrió. Al final el Señor la despide con estas palabras: “Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud”.


El caso de Jairo es distinto. Mientras está con Jesús le llega la noticia de que su hija ha muerto. Parece que el Señor va a llegar tarde, pero no es así. La muerte es consecuencia del pecado y Jesús, con su Pasión, Muerte y Resurrección vence las cadenas del pecado y nos gana la vida eterna. Por ello, desde entonces, la sobra de la cruz se extiende sobre todos los que ya han dejado esta vida. Al final de los tiempos, todos recobramos nuestro cuerpo, para ya nunca más morir.

Mientras tanto, durante nuestro paso por la tierra, el Señor nos presta auxilio. Un instrumento maravilloso por el que llega su gracia es el sacramento de la Unción de Enfermos.