Este domingo, 15 de noviembre de
2015, celebramos el Día de la Iglesia Diocesana.
Todos los bautizados pertenecemos
a la Iglesia y esta se organiza en diócesis, encabezadas por un sucesor de los
apóstoles, su obispo. Por ello, cada uno estamos incardinados en una
determinada diócesis. La relación normal con la diócesis se lleva a cabo a
través de la parroquia. El párroco es el representante del Obispo en el ámbito
geográfico de su parroquia.
Por nuestro bautismo, hemos de
sentirnos miembros de la iglesia diocesana a la que cada uno pertenezca. Este
sentimiento ha de ser afectivo, por un lado, y efectivo, por otro. Afectivo
porque debemos querer y sentir como nuestra a toda la realidad eclesial y, por
esta, diócesis y la parroquia a la que cada uno pertenece. Pero nuestro nexo no
debe quedarse en el sentimiento, sino que este debe dar paso a una relación
efectiva, en obras.
Hay muchas maneras de formar
parte de nuestra realidad eclesial local. Recibimos mucho de ella, como los
sacramentos, y debemos servir a Dios y a nuestros hermanos en ella.
La Iglesia diocesana lleva a cabo
muchas tareas de incalculable valor a muy diversos ámbitos. Primero lleva
adelante una labor espiritual, atendiendo a las almas, dando a conocer y
acercando a Dios. Por su mediación, la gracia de Dios viene a los hombres que
se disponen a ella.
También lleva a cabo diversas
actividades de tipo humanitario: comedores sociales, Cáritas, centros para
enfermos de diversos tipos, etc., etc., etc.
Comedor social de Cáritas en la ciudad de Cartagena
Finalmente también ha sido y
sigue siendo fundamental en el mantenimiento de un patrimonio histórico y
cultural que sigue siendo referente de la mayoría de las poblaciones
tradicionalmente cristianas.
Colegiata de Santa María, Antequera. Cedida por la Diócesis de Málaga a las autoridades civiles para llevar a cabo actividades culturales
Pero la iglesia diocesana
necesita de nuestra colaboración. Esta puede ser dedicar parte de nuestro
tiempo a meter el hombro en algunas de las actividades, pedir y ofrecer por
toda la labor que realiza y aportar lo que podamos económicamente. Todas estas
actividades se realizan en edificios y necesitan una mínima infraestructura que
hemos de mantener. La sociedad se beneficia de su existencia. Debemos de ser
agradecidos y, al mismo tiempo, responsables con nuestra fe. Los medios y dones
que el Señor ha puesto en nuestras manos son, también, para sostener a Su
Iglesia.
Entra al Centro de Espiritualidad Diocesano San José