La
Iglesia es Católica en su universalidad y en su extensión. Para pueda ser
guiada por los pastores de manera más próxima, se organiza en Diócesis. A la
cabeza de cada una se encuentra uno de los sucesores de los Apóstoles: el
obispo. Sería conveniente no perder esta perspectiva. El Obispo es un sucesor
de los Apóstoles, responsable de una iglesia local, de una diócesis. Por ello,
a través del obispo de cada diócesis, entroncamos con la Iglesia Universal ―bajo
la responsabilidad del Sumo Pontífice―, con el Sacro Colegio Apostólico y con
el propio Jesucristo.
Cada
obispo no puede llegar a todos los rincones y personas que caen bajo su
responsabilidad con la continuidad y dedicación que requeriría. Así, para
realizar esta labor, cuentan con los sacerdotes diocesanos y con los sacerdotes
pertenecientes a órdenes religiosas que se ofrecen para estar al frente de una
parroquia. Los sacerdotes diocesanos son aquellos que entregan su vida para
servir a la diócesis allí donde el obispo del lugar los mande.
Cada
diócesis hace presente a la Iglesia en plenitud en el área geográfica que tiene
asignada. La vida de la Iglesia tiene su unidad vivencial en cada parroquia.
Allí se atiende tanto la vida espiritual de los feligreses como las necesidades
materiales.
Bajo
la dirección del Obispo, los católicos de cada diócesis caminan juntos, como
parte del camino de toda la Iglesia, hacia la patria celeste que nos ha
merecido Jesucristo con su Sacrificio
redentor.
Quiero
compartir un par de imágenes del Obispo de Cartagena, D. José Manuel Lorca
Planes con algunos de los sacerdotes de la diócesis, en la catedral y en la
Iglesia de Santa María (en la ciudad de Cartagena).