HOY HA MUERTO UN JOVEN SACERDOTE SANTO



Anoche, volviendo de una peregrinación al Convento de la Madre Maravillas de Madrid, un autobús se salió de la carretera y cayó por un terraplén. Por el momento han fallecido 14 personas, entre ellas el párroco, D. Miguel Conesa.

Hoy quiero dedicar esta entrada a mi querido D. Miguel, sacerdote diocesano, fiel discípulo de D. Dámaso, como él mismo gustaba señalarse.


 

Le conocí en la parroquia de Ntra. Sra. de la Esperanza, en la ciudad de Cartagena. Aunque ha estado pocos años, la huella que ha dejado ha sido de profunda espiritualidad. Me gustaría destacar de él aquello que llamó el Concilio Vaticano II “el espectáculo de la santidad”.

Era un hombre que todo lo hacía sin brillo a los ojos del mundo y sin escatimar un segundo a los ojos y las cosas de Dios. Era la figura que todos tenemos en nuestro interior de un sacerdote: servicial, alegre, con la Iglesia y dedicando su tiempo siempre al servicio de sus feligreses y de todos aquellos que quisieran acercarse a él. Ahora bien, él siempre dejaba bien claro que a quien había que acercarse era al Señor por María. Sacerdote de gran vida interior, enamorado de san Juan de Ávila, que no se le caía de los labios.
¡A cuántos ha acercado a Dios! Algunos estaban alejados años luz. Y ya ha hecho lo que podría ser su primer milagro: un esposo que no quería tener que ver nada con las cosas de Dios desde hacía muchos años, esta mañana se ha acercado a confesar a la que fue la parroquia de D. Miguel hasta los primeros días de septiembre de este año (Ntra. Sra. de la Esperanza).

A pesar de lo que muchos quieran creer, la santidad sigue atrayendo, sigue siendo lo que realmente toca el corazón del hombre, con independencia de su edad o sexo. La santidad de D. Miguel ha atraído, doy fe de ello como testigo directo, a mayores y jóvenes, a niños y adolescentes. Ha descubierto a la Virgen María y la adoración eucarística a muchos cristianos que llevaban muchos años en la Iglesia.

Dos grandes preocupaciones tenía en el corazón D. Miguel: los seminaristas y los sacerdotes. Por ellos hizo, particularmente, lo indecible, con grandes sacrificios que solo él y el Señor saben.
La vida de D. Miguel ha sido una luz que ha brillado en las tinieblas de nuestro mundo actual, atrayendo a muchas almas sedientas de encontrase con el Amor de los Amores.

Doy gracias a Dios por haberle conocido y por haber podido colaborar con él tantas veces, incluyendo en su último destino: la parroquia de Ntra. Sra. del Rosario, en la ciudad murciana de Bullas.

Al final, ha seguido la estela de su querido santo Domingo Savio: ha partido joven a la casa del Padre, habiendo mostrado que lo único que merece la pena es una vida de santidad.

Aunque le echemos de menos, sabemos que tenemos un santo en el cielo que pedirá ahora por nosotros, aún con más fuerza.

En mi libro EL CREDO EN IMÁGENES, en la foto 2, puede verse a D. Miguel en un momento de la Vigilia Pascual de 2013. A modo de pequeño homenaje, quiero compartir las siguientes fotografías: