EL PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO Y LA HISTORIA DETRÁS DE LA FOTO 21 DE “EL CREDO EN IMÁGENES”



Estamos a menos de un mes de celebrar la fiesta de la Navidad, es decir, de celebrar el nacimiento de Jesús. La Iglesia ha situado en estas fechas el tiempo litúrgico del Adviento. Siguiendo la cronología lógica, en estos momentos podemos recordar a la Virgen María encinta, con su Hijo en sus entrañas. Ahora tendría unos ocho meses de vida, aún en su periodo intrauterino; dentro de algo menos de un mes tendrá lugar el parto, en la noche del Día de Navidad.

María es la figura central del Adviento. Ella nos lleva de la mano a lo largo de él, preparándonos para que podamos recibir al propio Jesús como se merece y como Dios ha querido que lo acojamos.


 

Trasladémonos con la mente y, sobre todo, con el corazón a aquellos momentos en la vida de María. Por un lado era un embarazo como otro cualquiera. Tendría ahora las molestias propias de una gestación en su fase final. Su alma estaría llena de ilusiones y esperanzas sobre su Hijo, así como miedos propios de cualquier madre, y más primeriza. Pero, a la par, sabía que su embarazo era especial. Aún resonaban en su interior las palabras del ángel Gabriel: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios” (Lc 1, 35). Esto era algo que la superaba. Sin embargo, una cosa tenía segura: todo era obra de Dios y el Espíritu Santo estaba con ella y en ella.

Hace muchos años, leyendo Vida y misterio de Jesús de Nazaret, su autor me hizo caer en un detalle de suma belleza: en el contexto de la visita de María a su prima Isabel, Martín Descalzo dice que el vientre de María fue el primer sagrario y que el viaje se convirtió en la primera procesión del Corpus. Desde entonces, esta idea ha estado muy presente en mí, ayudándome a contemplar con especial cariño a María en este momento de su vida en la tierra.

Cuando me propuse hacer el libro EL CREDO EN IMÁGENES, esta percepción volvió a mí. Como en tantas ocasiones, la idea me impelió a buscar la manera de representarla fotográficamente. Se fraguó en mi mente la imagen de una Virgen claramente embarazada en la que se transparentara una hostia en su vientre. Ahora había que conseguir las dos imágenes por separado. 

La segunda no tenía excesivo problema: pedí una forma sin consagrar y la fotografié en un estudio doméstico, situando la luz de manera que resaltase el dibujo en relieve.

La primera imagen supuso un reto mayor. Primero había que localizar una escultura de una Virgen embaraza con una barriga prominente. No buscaba un cuadro ya que quería potenciar el relieve de la barriga mediante un uso cuidado de mis luces. Buscando por internet y hablando con amigos y familiares, al cabo de un tiempo localicé en mi ciudad de nacimiento la talla anhelada, concretamente en el Museo Municipal de Antequera. Se trataba de una figura de madera policromada del siglo XVI, de autor desconocido. Solicité el permiso correspondiente al director del Museo, Manolo Romero, que me dio todas las facilidades. Personado en el Museo, me atendió Juanjo, al que le estoy especialmente agradecido por la atención que nos prestó, llegando a cerrar la sala en la que se encontraba la escultura para que pudiéramos trabajar con tranquilidad y quitando la pesada urna de cristal que la protegía. Desde aquí doy las gracias a ambos.

Luego, ya en casa, había que ensamblar las dos fotografías buscando manifestar la visualización concebida meses antes. El resultado puede verse en la Foto 21 del libro.