Explicación de la simbología de la felicitación
En
numerosos pueblos y culturas, el sol ha sido asociado con una deidad y, no
pocas veces, con la principal o única deidad. La luz que emite y su calor hacen
posible la vida, entre ellas la del hombre -directa e indirectamente
(haciendo posible su alimentación)-. Algunas sociedades celebraban en esta fecha
el “sol invictus” (o Natalis Invicti). Desde esta fase del año, cambiaba la tendencia tenida
hasta entonces: las horas de sol irían arrebatando tiempo a las nocturnas progresivamente.
El
texto que me ha inspirado la imagen es el punto primero de la
encíclica del Papa Francisco Lumen fidei
(Luz de la fe).
Es el siguiente: La luz de la fe: la tradición de la Iglesia ha indicado con esta expresión el gran don traído por Jesucristo, que en el Evangelio de san Juan se presenta con estas palabras: «Yo he venido al mundo como luz, y así, el que cree en mí no quedará en tinieblas» (Jn 12,46). También san Pablo se expresa en los mismos términos: « Pues el Dios que dijo: “Brille la luz del seno de las tinieblas”, ha brillado en nuestros corazones » (2 Co 4,6). En el mundo pagano, hambriento de luz, se había desarrollado el culto al Sol, al Sol invictus, invocado a su salida. Pero, aunque renacía cada día, resultaba claro que no podía irradiar su luz sobre toda la existencia del hombre. Pues el sol no ilumina toda la realidad; sus rayos no pueden llegar hasta las sombras de la muerte, allí donde los ojos humanos se cierran a su luz. «No se ve que nadie estuviera dispuesto a morir por su fe en el sol», decía san Justino mártir. Conscientes del vasto horizonte que la fe les abría, los cristianos llamaron a Cristo el verdadero sol, «cuyos rayos dan la vida». A Marta, que llora la muerte de su hermano Lázaro, le dice Jesús: «¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?» (Jn 11,40). Quien cree ve; ve con una luz que ilumina todo el trayecto del camino, porque llega a nosotros desde Cristo resucitado, estrella de la mañana que no conoce ocaso.
Es el siguiente: La luz de la fe: la tradición de la Iglesia ha indicado con esta expresión el gran don traído por Jesucristo, que en el Evangelio de san Juan se presenta con estas palabras: «Yo he venido al mundo como luz, y así, el que cree en mí no quedará en tinieblas» (Jn 12,46). También san Pablo se expresa en los mismos términos: « Pues el Dios que dijo: “Brille la luz del seno de las tinieblas”, ha brillado en nuestros corazones » (2 Co 4,6). En el mundo pagano, hambriento de luz, se había desarrollado el culto al Sol, al Sol invictus, invocado a su salida. Pero, aunque renacía cada día, resultaba claro que no podía irradiar su luz sobre toda la existencia del hombre. Pues el sol no ilumina toda la realidad; sus rayos no pueden llegar hasta las sombras de la muerte, allí donde los ojos humanos se cierran a su luz. «No se ve que nadie estuviera dispuesto a morir por su fe en el sol», decía san Justino mártir. Conscientes del vasto horizonte que la fe les abría, los cristianos llamaron a Cristo el verdadero sol, «cuyos rayos dan la vida». A Marta, que llora la muerte de su hermano Lázaro, le dice Jesús: «¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?» (Jn 11,40). Quien cree ve; ve con una luz que ilumina todo el trayecto del camino, porque llega a nosotros desde Cristo resucitado, estrella de la mañana que no conoce ocaso.
En
la imagen realiza, Jesús es el nuevo y definitivo sol. El desconocimiento del
pasado da lugar a la verdad, iluminada por la fe. Ahora Jesús es la luz que
ilumina la existencia de cada hombre. Con la celebración de la Navidad, la
humanidad da la bienvenida a su Salvador y quiere que el corazón de cada hombre
sea el “pesebre” en el que nazca la Luz
del mundo.
Como
detalle secundario, la imagen del niño Jesús ha sido apoyada en la uve dejada
por dos colinas próximas, como si de una cuna se tratase, aprovechando la
primera ―más elevada― a modo de almohada.
El
escenario corresponde a una puesta de sol fotografiada desde Cabo Tiñoso
(Cartagena). La imagen del niño Jesús se encuentra en la parroquia de San José
Obrero (también en Cartagena).