El 15 de agosto, la Iglesia
celebra una de las festividades más importantes de Nuestra Madre: su Asunción
en cuerpo y alma a los cielos.
Esta verdad de nuestra fe es
el último dogma proclamado por la Iglesia. Concretamente lo proclamó el papa
Pío XII en el año 1950. Debido a lo reciente de este acontecimiento, existen
documentos gráficos de la celebración llevada a cabo en la plaza de San Pedro,
en Roma. Es verdaderamente emocionante poder recordarlo y vivirlo como si
hubiéramos estado en tan magno acontecimiento. Podemos revivirlo pinchando aquí.
El Catecismo de la Iglesia Católica recoge este dogma en su número 966: "Finalmente, la Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de pecado original, terminado el curso de su vida en la tierra, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo y enaltecida por Dios como Reina del universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo, Señor de los señores y vencedor del pecado y de la muerte" (LG 59; cf. Pío XII, Const. apo. Munificentissimus Deus, 1 noviembre 1950: DS 3903). La Asunción de la Santísima Virgen constituye una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección de los demás cristianos:
«En el parto te conservaste Virgen,
en tu tránsito no desamparaste al mundo, oh Madre de Dios. Alcanzaste la fuente
de la Vida porque concebiste al Dios viviente, y con tu intercesión salvas de
la muerte nuestras almas (Tropario en
el día de la Dormición de la Bienaventurada Virgen María).”
Jesús y María (esta por su Hijo) son las únicas
personas que ya han resucitado, recuperando su cuerpo ahora glorioso. ¡Cómo iba
Nuestro Señor a permitir que el cuerpo de su Madre conociera la corrupción! La
Inmaculada, la sin-mancha, no podía sufrir las consecuencias de lo que no tocó
su ser: el pecado. Por eso, con Jesús, nos marca el camino que habremos de
seguir al final de los tiempos. Y, mientras tanto, intercede por todos
nosotros, con una influencia especial, por ser quien es.
Al rezar los Misterios Gloriosos del Santo Rosario, el
cuarto Misterio nos recuerda este hecho y el quinto nos habla de su Coronación
como Reina y Señora de todo lo Creado. En la primera lectura de este día se nos
anunció de manera profética: “Y apareció en el cielo un gran signo: una Mujer
revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en
su cabeza” (Ap 12, 1). Ahora, está
junto a su Hijo presidiendo a todas las almas que ya se encuentran disfrutando
de la gloria eterna. Esta realidad está maravillosamente recogida por un cuadro
que se encuentra en la iglesia de San Pedro de la localidad malagueña de
Antequera (España).
La mitad de los pueblos españoles se encuentran en
fiestas celebrando la Asunción de María, cada uno bajo la advocación mariana de
la patrona de su localidad. Unámonos a ellos y demos gracias a Dios por haber
acogido de esta manera a Nuestra Madre y pidámosle que, llegados al final de
nuestros días en la tierra, también podamos sentarnos en torno a Nuestra Señora
para glorificar y alabar al Señor por los siglos de los siglos.