EL ORIGEN DE NUESTRA CIVILIZACIÓN: LA RELIGIÓN


Un artículo publicado por la famosa revista National Geographic, en su edición española (junio de 2011), empezaba con las siguientes palabras: “Creíamos que la agricultura había dado origen a las ciudades y, más adelante, a la escritura, el arte y la religión. Ahora, el templo más antiguo del mundo sugiere que la conciencia de lo sagrado pudo encender la chispa de la civilización”.


Tradicionalmente, se había pensado que el paso de la vida nómada (cazadores-recolectores) a la sedentaria había tenido lugar por la invención de la agricultura. Sin embargo, estudios recientes están dando un giro copernicano a esta concepción.

Una de las primeras construcciones mayores que una choza de la que se tiene constancia es un templo localizado en Turquía. Se llama Göbekli Tepe y fue construido hace unos 11.600 años (nada menos que siete milenios antes que la gran pirámide de Keops). Todo parece indicar que, además, era un centro de peregrinaje. Para poder alimentar a los peregrinos, hubo que domesticar a plantas y animales, lo que necesitó de un asentamiento permanente y dio lugar a la agricultura y al primer ganado.

Esto nos muestra la fuerza e importancia del sentido religioso del hombre, inherente a su propia naturaleza.

Este verano tuve la suerte de poder visitar un asentamiento prehistórico perteneciente al Magalítico: el conjunto dolménico situado a las afueras de la ciudad de Antequera. Tuvo lugar de noche y con la guía de un experto en la zona. Uno de los lugares que visitamos fue el Dolmen de Menga, construcción con más de 5.500 años de antigüedad. Tradicionalmente se había considerado un túmulo funerario. Sin embargo, otra realidad bien distinta ha salido a la luz. Sigue algunas de la pautas de Göbekli Tepe: parece que se trató de un templo construido por personas procedentes de diversas aldeas diseminadas por la Vega de Antequera. Los componentes de una única aldea hubieran sido insuficientes. Además, para su elaboración se tardaron muchos años (el guía llegó a apuntar la concurrencia de varias generaciones). 

 Se trató de una verdadera obra de arquitectura. Algunas de las piedras pesan 150 toneladas y parecen proceder de canteras situadas a algunos kilómetros de distancia. Teniendo en cuenta lo accidentado del terreno y los medios de los que disponían en la época, uno no puede por menos que maravillarse ante el tremendo esfuerzo que supuso para los pobladores de la zona. Tengamos en cuenta que el tiempo dedicado a la construcción del templo tuvieron que quitárselo a las labores propias de autosubsistencia y, en aquellos tiempos, no tenían ocio, ni vacaciones, ni pensiones, etc. Todo tuvo que salir del sacrificio de varias aldeas durante varias generaciones.



Esto nos hace, al menos, atisbar la enorme importancia que tenía la religión para ellos: la idea de la trascendencia, de la existencia de la naturaleza divina, de la necesidad de relacionarse con Dios.


La religión no es un producto de esta o aquella cultura. El hombre es un ser religioso por naturaleza, pertence a su esencia. Con independencia del lugar o tiempo en el que haya vivido, ha sabido de su realidad terrenal y trascendente, de su dependencia de Dios, y ha sentido que debía relacionarse con Él, orando, ofreciendo, adaptando su vida y valores a los recibidos de Dios. Dios siempre se ha mostrado cercano a su criatura predilecta y esta siempre lo ha reconocido.


En el valle del río Jordán se descubrió en 1996 un poblado con una antigüedad de 12.000 años (edad de Piedra): Uadi Faynan 16. En él se han observado construcciones que hablan de rituales religiosos. En otro artículo de National Geographic (diciembre 2014), el autor escribe al respecto: “Uadi Faynan 16 sugiere que quizás haya sido la religión organizada ―un hambre espiritual, no las del estómago vacío― lo que puso punto final a nuestra vida errante, encendió la llama del urbanismo, nos modernizó”.