El evangelio de este domingo, XXIX del T.O. ciclo B,
termina con una afirmación sumamente clara y orientadora:
“Jesús los llamó y les dijo: «Ustedes saben que aquellos a quienes se
considera gobernantes, dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los
poderosos les hacen sentir su autoridad.
Entre ustedes no debe suceder así.
Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el
que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos. Porque el mismo Hijo
del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate
por una multitud»” (Mc 10, 42-45).
El cristiano ha de ser servidor, hasta el punto de que
cristianismo y servicio han de ser relacionados de manera directa y unívoca. Este
domingo es un buen momento para que cada uno se plantee hasta donde tiene estas
palabras de nuestro Señor claras, no solo en el entendimiento, sino,
especialmente en su voluntad, en su vida día a día, minuto a minuto. Este
examen de conciencia debe llevarnos a ir adquiriendo aquello que aún nos falte.
Es claro que nosotros solos no podemos, pero el Señor nos ha prometido su ayuda
si se la pedidos con sinceridad de corazón, con fe.
Esta petición de Jesús cobra especial importancia en
estos tiempos en los que las palabras han perdido fuerza y lo que vale es el
ejemplo. Nuestros coetáneos están expectantes. El papa Francisco ha vuelto a
llamar la atención del mundo sobre la Iglesia. Tenemos la urgente obligación de
mostrar a Cristo como el único que merece la pena seguir. Y esto lo haremos,
principalmente, con el ejemplo coherente de nuestra vida como cristianos en
todos aquellos ámbitos de la sociedad en los que el Señor ha querido que
estemos presentes.
Son tiempos decisorios. Pidamos a Nuestro Señor luz y
fuerzas para ser servidores sin fisuras en nuestro mundo.